Cada medianoche solía empinarse, para escuchar el susurro del cielo...
“Cada medianoche solía empinarse, para escuchar el susurro del cielo. Una mano, una estrella; menos una. Tomó el ciclo lunar, sin darse cuenta. Así llegó la mañana siguiente; de niña a mujer.” (Sandricuentos 255)
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