"Le dijo:_No te preocupes. Cada cierto tiempo lo arranco todo. Otras veces doy suaves caricias. Tibias, heladas y pegajosas. Hoy le toca al paraguas, que con la enagua nada, el hada, sobre el agua. _Pero, no soy hada_ le respondió. Entonces, le dijo:_Ni tú eres hada, ni yo soy viento, pero busco el momento, para hacerte volar. Un día estás aquí y el otro, allá_ Cerró sus ojos. Respiró y continuó. Esa tarde se entrecruzaron dos destinos." (Sandricuentos 295)
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