"La voladera se presentó en la tarde. No hubo zorzal ni chincol que aguantara. La levantadera se hizo prófuga con ella. Cuatro hojas al viento, y las mechas, suspendidas, fueron tenazas. Algo logró. No mucho, más bien poco. Traga arena. Traga rallas de lana. Cerró los ojos y esperó la calma." (Sandricuentos 299)
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