Pequeño minino luminoso, pensaba el perro, mientras observaba en la penumbra vacía. El niño dormía sintiendo un calorcito sobre su espalda. ¿Quién diría que su alma rondaba almohadas y alforjas escolares? El diálogo interno del cuadrúpedo, en el umbral de la puerta, simulaba un ronroneo inexistente y presente a la vez (Sandricuentos 498).
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