Al estirar su manito, el niño descubrió el vacío secreto de la infancia. No hay distancia más grande que el propio desconocimiento de sí mismo, pensó el oso. Esa noche faltaron palabras, para colgar estrellas, ya que todo estaba dicho en silencio... la amistad era lo primordial (Sandricuentos 503).
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