Cerré mis ojos al besarte por primera vez. Tus labios junto a los míos se hicieron pétalos de rosa. La fragancia disipó inquietudes y te sentí. Eras tú. Tu sabor, tu piel y tu respiración cantaban con cada parte mía. Tus manos acariciaron mi rostro, mientras una mariposa volaba entre los dos (Sandricuentos 533).
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