Bitácora de una maternidad. Cuenta la panza que estiró hasta no poder más. Piel ajada, piel lubricada, piel de mujer que amamantó. Cuenta la panza que una libélula voló, que de flores bailaron y que chocolates parió. ¡Pataditas distendidas entre las costillas!, gritaba la mamá, cuando andaba a hurtadillas. ¡Quiero mandarinas!, exclamaba entre dientes, sobando el vientre. Cuenta la panza que de los treinta a los veinte llegaron, que todavía dice mamá. Que un "te quiero" de jazmín floreció en su frente y con tibios besos siembra su jardín (Sandricuentos 534).
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| Fotografía de la autora. |
