_¿Qué te duele? ¿Qué te alcanza? ¿Qué te brilla?_, le preguntaba. _Hay de ojos, corazones ciegos, en la bonanza de la vida_, le respondía. Esa noche cruzó, en el cielo, una metáfora con sabor a manzanas... ¡Me llamo Violeta y no toco el violín!, aseveró con certeza en un tono atolondrado (Sandricuentos 439).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los Sandricuentos son microtextos que están numerados para su identificación. Comente, comparta su nombre y no ponga enlaces con otras URL ¡Gracias! ©