Alzó sus manos hasta el infinito sin pregonar el futuro. Sus deditos, dibujando estrellas, marcaron su destino para siempre. Ancestros la miraron desde el cielo y ella lloró. Lloró por la vida, por la noche y por la muerte. Lloró por el universo, por los átomos y galaxias. Fue así que ella, esa noche, regresó a una estrella (511).
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