La grandeza de lo que miras está en tu percepción, se decía para sí mismo. El tamaño de cada cosa lo refleja tu interior, se autoconvocaba. El valor de cada cosa es el espejo de tu corazón, replicaba para sí. Pensó durante toda la noche y se hacía preguntas, más no tenía todas las respuestas. Su ambigua figura lo inspiraba durante horas sin comprender la realidad que lo rodeaba. Podría ser un día, una hora, un mes, un año... o tal vez toda la vida, pero solo un instante inspiraba esa visión (Sandricuentos 537).
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